Biblioteca Popular José A. Guisasola

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El hombrecito verde se sacudió como un perro que se despierta.

Le hizo una caricia a cada pájaro, les dejó agua y semillas, habló dos cositas con los vecinos y diez con Marinés, la del telar.

Y se fue.

Se fue por los caminos que quedaron marcados por los matorrales cuando cambiara las cosas verdes por las cosas de colores.

Caminó por los caminos caminados.

También hizo caminos al andar, como dice la canción.

Y fue pasando un largo tiempo de varios colores.



Cuando el hombrecito volvió, lo seguían las abejas de panzas rayadas, que seguían a los azahares que estaban en el limonero, que estaba en el hombro del hombrecito, junto a una bolsa de color verde.

Un limonero y una bolsa que el hombrecito dejó en el suelo con una sonrisa de alivio.





Los pájaros alborotaron mientras plantaba el limonero. Sin perder tiempo empezaron a tejer nuevos nidos.

El limonero se mecía con un suave sonar de abejas y hojas.

La pava roja silbaba al fuego, secreteándole cosas a Marinés que la había puesto a calentar sin pedirle permiso a nadie.

El hombrecito la saludo feliz.

Vio también que el vecindario había plantado semillas de las que comían los pájaros, para poder alimentarlos si él tardaba en regresar.

Y se sintió adorablemente bien.

Abrió con energía la bolsa color verde y llenó el mate de yerba.




Y aquí dejo al hombrecito y a Marinés tomando un verde mate debajo del limonero, mientras la bandada de pájaros estalla en chispas sobre el pequeño vecindario.

Digo que los dejo ya, porque esta historia puede seguir y seguir hasta cuando ustedes quieran.

Y también puede volver a empezar con gente azul, de la casa azul, del país azul, que tenía un...




FIN



El hombrecito verde y su pájaro
Laura Devetach
ilustrado por Myriam Holgado
Colección: Pajarito Empilchado
Ediciones Colihue, 1987


INDICE
I - El hombrecito verde y su pájaro / 7
II - Verdes Dudas / 11
III - Los sueños / 15
IV - Amarillo mi amor / 23
V - El vecindario verde / 27
VI - Novedades en el vecindario / 31
VII - NO al Verde / 35
VIII - Verde que te quiero verde / 39
IX - El que se fue y volvió / 43




Visto y leído en:

EDICIONES COLIHUE
http://www.colihue.com.ar/fichaLibro?bookId=468
UNESDOC - Biblioteca Digital
http://unesdoc.unesco.org/images/0015/001524/152455s.pdf
Ilustraciones: Myriam Holgado (Libros en Google Play. Publicado por Ediciones Colihue)





Aquella mañana salió un sol color melón que sacó al hombrecito de la cama tibia.

Se desperezó y dejó escapar, pájaro a pájaro, una bandada de bostezos. Luego corrió a poner la pava roja al fuego.

La pava silbó y se despertó el pájaro que se sacudió y se acercó a beber a la pileta de la cocina.

La pajarita picoteaba migas en la mesa y los pichones se bañaban en tres tacitas para café.

Después se pusieron a silbar como todas las mañanas.

Silbidos enrulados, silbidos color agua fresca y color veleta movida por el viento.

El hombrecito los escuchaba atentamente porque algo raro había en el silbido de los pájaros. Algo parecido a la inquietud.

El día era una sola luz y la casita estaba como recién nacida. Entonces el hombrecito no dio más de ganas de tomar mate, mientras trataba de descifrar qué pasaba con el canto de los pájaros.

Se fue a buscar el mate y ahí vino el lío: no había ni pizca de verde, verde yerba. El mate estaba allí, bocón y solo, tristón y redondo, vacío, con la bombilla desmayada a su lado, porque no había yerba, porque la yerba se había ido con todas las cosas verdes. Nada verde había quedado en los alrededores de la casa.

Ni el canto de los pájaros tenía una pizca de verde.

Al asomarse a la ventana el hombrecito no vio su limonero verde, que de pronto se encendía de limones verdes y le alegraba el día verde durante los tiempos verdes.

Y el hombrecito dio vueltas y vueltas por la casa. Entraba y salía seguido por los pájaros. Hasta que dijo de pronto:

—¡Ah no! –porque se acordó del árbol verde de navidad y de las uvas verdes y de los verdes bichos de luz y del picaflor con chispazos verdes.

Pero sobre todo, del verde, verde, sabor del mate. Y de las hojas del limonero.

—¡Ah no! –dijo.

Ya eran demasiadas cosas que se habían ido por verdes.

Se habían ido las langostas y las lagartijas y los caramelos de menta y las ranas del charco y los zapallitos para hacer rellenos y, y, y.

El hombrecito estaba triste, con una tristeza negra.

Los pájaros, un poco marchitos, trataban de alegrarlo haciéndole piojito con el pico. Ellos también se habían quedado sin el limonero y sin azahares y sin abejas de panzas rayadas que vinieran a zumbar bajo el sol.

La casa era un destello. Pero el hombrecito y los pájaros la estaban viendo un poco gris.


FIN





El hombrecito verde y su pájaro
Laura Devetach
Myriam Holgado (Ilustrador)
Colección: Pajarito Empilchado
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición: 1987





INDICE

I - El hombrecito verde y su pájaro / 7
II - Verdes Dudas / 11
III - Los sueños / 15
IV - Amarillo mi amor / 23
V - El vecindario verde / 27
VI - Novedades en el vecindario / 31
VII - NO al Verde / 35
VIII - Verde que te quiero verde / 39
IX - El que se fue y volvió / 43



Visto y leído en:

EDICIONES COLIHUE
http://www.colihue.com.ar/fichaLibro?bookId=468
UNESDOC - Biblioteca Digital
http://unesdoc.unesco.org/images/0015/001524/152455s.pdf
Ilustraciones: Myriam Holgado (Libros en Google Play. Publicado por Ediciones Colihue)


Cuento» VERDES DUDAS


El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un miedo verde.

Un buen día se encontró con que su verde pájaro cantaba canciones amarillas y violetas, volaba con vuelos azules, y ya nada estaba igual.

Todo era un verde dolor de cabeza.

Por eso el hombrecito verde empezó a pensar qué cosas habría un poco más allá de su país verde, detrás de la mata verde. Qué cosas de allá hacían que todo cambiara tanto del lado de acá.

Estaba desconcertado y tenía verdes dudas sobre todas las cosas.
—El mundo siempre fue verde —rezongaba, tomando un verde mate—. Siempre fue verde y así está bien.

Y reprimía los suspiros, porque vaya a saberse de qué color le saldrían.

El pájaro, entre tanto, le cantaba en solfa un tango que decía: “Tarde gris, tan gris como mi pena…”.

El hombrecito verde le tiró unos cuantos manotazos para que se callara el pico, porque ¿qué iban a decir los vecinos verdes?

Pero el pájaro, alborotado, cantó más fuerte:

Rojo mi corazón
celeste el cielo
amarillo mi amor
azul mi vuelo.
Entonces el hombrecito verde se metió en la cama verde y se tapó la cabeza con la verde almohada.

Cerró con fuerza los ojos y no pudo evitar ver, en el fondo de lo negro, un montón de dibujos dorados.


FIN


El hombrecito verde y su pájaro/ Laura Devetach; ilustrado por Myriam Holgado. Colección: Pajarito Empilchado, Ediciones Colihue, 1987



El hombrecito verde y su pájaro / Laura Devetach; ilustrado por Natalia Colombo. Buenos Aires: Alfaguara, 2012. (Amarilla)


Visto y leído en:

EDICIONES COLIHUE
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UNESDOC - Biblioteca Digital
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Ilustraciones: Myriam Holgado (Libros en Google Play. Publicado por Ediciones Colihue)
loqueleo - SANTILLANA
http://www.loqueleo.com/ar/libro/el-hombrecito-verde-y-su-pajaro





Querido don Lobo:

Cuántos años han pasado ¿no? Seguramente Ud. está entrecano y con algún diente postizo, igual que yo. Seguramente tendrá nietos. Yo tengo una que se llama Sidonia. Tuvimos varias discusiones de familia para que no la llamaran con un sobrenombre, Gordi, por ejemplo. Porque tenía unos rollitos que Ud. se hubiera almorzado con fruición.



Hablé con mi hija y mi yerno y les conté lo feo que fue para mí darme cuenta, ya de grande, que mi nombre real se borró de un saque porque a mi abuela se le ocurrió llamarme para siempre como a esa capucha roja hecha por sus propias manos. Y lo peor es que yo no me daba cuenta. Y el mundo entero la apoyó.

Ud. se preguntará por qué le escribo. Bueno, ya que no lo maté cuatro o cinco veces como por momentos tuve ganas, hoy quiero atar algunos hilos sueltos de nuestra historia.

Quiero contarle por ejemplo que yo fui al bosque porque mi mamá, con esa maldita costumbre que suelen tener muchos grandes, me mandaba de delegada frente a mi abuela en lugar de ir ella. ¿No le parece arbitrario que mamá (sin motivos conocidos) mande a nena chica a que atraviese bosque con lobo para llevar manteca y tortas a abuela enferma? No entiendo por qué, si Ud. estaba en el bosque y ella lo sabía y también sabía de su apetito, esa mamá mía no me acompañó o me enseñó a defenderme.

¿A Ud. le enseñaron algo sobre las chicas que iban al bosque? Seguro que le dijeron que yo solamente era ‘comida’ y que para ser un buen lobo había que comerse una chica.



Bueno, ahí andaba yo, sola. Pero el bosque estaba lleno de otras cosas. Además de las flores con las que mi mamá me dijo que no me entretuviera, había pájaros, escarabajos que hacían divertidas pelotas, cañas para hacer flautas, olores misteriosos. Me llené de preguntas. ¿Por qué las palomas hacían nidos tan pero tan chatos que los huevitos se les caían? ¿Por qué el pino y su fruto, la piña, tenían la misma forma puntiaguda? Si se lo preguntaba a mamá o a mi abuela me contestaban: ‘Porque sí’ o ‘Porque Dios lo quiso’, o que una chica debe estar ocupada y no andar preguntando pavadas. Alguna vez el leñador me enseñó a orientarme en el bosque mirando de qué lado crecía el musgo en los árboles. Pero no lo terminé de entender, y lo veía tan poco…

Yo sentía que tanto mi mamá como mi abuela siempre tenían razón. Y esa mala costumbre de que no se me escaparan pensamientos me ponía bastante mal. Cuando me encontré con Ud. sólo recordé la advertencia de mamá: ‘Cuidado con el lobo’. Pero –me dije atolondrada- ¿cuidado de qué?

Encima me había entretenido con las flores, dos pecados juntos, pensar si la vieja no estaría equivocada y tirarme una canita al aire. Para colmo Ud. era amable, poderoso y pícaro. Con una sola pregunta, con tres frases que me dijo, logró que yo le ubicara la casa de mi abuela que fuéramos los dos para allá, y encima, Ud. por el camino más corto y yo por el más largo. La muy mamerta sólo hizo lo que sabía: obedecer.



Después, cuando entré a la casa y mi abuela salió con esa idea de que me sacara la ropa y me acostara con ella, me sentí para el diablo, pero a los mayores no se los contradice y menos si están enfermos.

A partir de ahí poco y nada recuerdo. Sólo el miedo y la oscuridad.



Dicen que Ud. me comió entera. Gracias, eso ayudó a que saliera bien parada. El leñador se portó, hizo lo suyo ese muchacho. La que salió muy enojada fue mi abuela que repetía todo el tiempo: ‘Yo le dije a tu madre, yo le dije a tu madre.’

En fin, don Lobo, pasó mucho tiempo. Pero cuando yo salí de su panza y pude sacudirme un poco el susto, me dije: ‘A éstas ya no les hago más caso.’ No sé si Ud. seguirá tan bestia como antes o cambió un poco después de semejante experiencia. Lo que sí sé es que sigue vivito y coleando y tiene hijos y nietos como yo. Y que algo podría haber pensado sobre estas cosas.

Mi mamá y mi abuela siguen diciendo que verdades eran las de antes y que las mujeres no tenemos que pensar pavadas porque ésa es la voluntad de Dios y si no, nos come el lobo. También es cierto que mi mamá a veces me mira con curiosidad y una chispa verde parecida a la envidia.

La historia, para mí, siguió para adelante con mi hija, con la nieta. Cada tanto la pequeña Sidonia tiene que cruzar el bosque. Eso es inevitable, ni siquiera es noticia. Siempre se encuentra con todo lo probable de encontrar en un bosque. Pero ella sabe algo sobre esas cosas. ¡Con los tiempos que estamos viviendo!

La última vez se encontró con un lobito bastante piola y se hicieron tan pero tan amigos que no dan para personajes de cuentos como el que vivimos nosotros. Me alegro. Aunque parezca mentira, algo cambió en este mundo y por lo menos esta nieta mía necesita un cuento diferente.

Desde todos estos años que me sirvieron para mirarme mejor, lo saluda atte.


Caperucita Roja
Mayo 1989




Texto publicado en “Oficio de palabrera. Literatura para chicos y vida cotidiana”,
Edic. Colihue, Bs. As. 1991. Reeditado en 2012 por Edit. Comunic-Arte.




Sinopsis: Este libro es el resumen de un oficio: el de palabrera. Dividido en tres partes, pasa por Dudas y certezas; por los años ´70 en Córdoba, año verde; y por lo más elemental e invisible del oficio en Escritura y vida cotidiana. La mirada de docente, escritora, lectora y mujer de trabajo nos acerca con idas y vueltas a un eje central: la comunicación con los chicos, la comunicación reflexiva con uno mismo.

Indice de contenidos de este Libro
Introducción

DUDAS Y CERTEZAS
Recuperación de la palabra propia
La vivencia, la región, la identidad
Duérmase mi niño que tengo que dar la vuelta al mundo en ochenta días
Provocaciones para masticar en un taller
El poder del lector
Tejer un texto
Caperucita entre nosotros
Cuando los libros muerden a los chicos

CORDOBA, AÑO VERDE
Fantasía y comunicación
Monigote en la arena
Cuento viejo, cuento nuevo
Historia de Ratita

ESCRITURA Y VIDA COTIDIANA
Juegos prohibidos
Los chicos del destape
De poetas y de locos
Entre historias y sopas
Historia de diez centavos
Resumen de la palabra
Oficio con gajes
Los patrones de la vereda
Vení que te como
Al maestro Iglesias
Un rato de televisión
Operación de amor
El indiscreto encanto de decir
Monigotes
Bien-y-usted
Carta al lobo


Fuentes consultadas:
http://planlectura.educ.ar/?p=1059
http://yparaleertemejor.blogspot.com.ar/
https://www.facebook.com/LauraDevetachGustavoRoldan/
http://www.imaginaria.com.ar/17/7/caperucita-roja.htm
http://www.comunicarteweb.com.ar/fichaLibro?bookId=1114
https://udlerlorena.wordpress.com/2014/02/02/carta-al-lobo-de-laura-devetach/
http://llevatetodo.com/modulos/Guia.para.ensenar.y.aprender.Lengua.7.EGB.pdf
http://comunicacionyliteratura.blogspot.com.ar/2015/04/carta-al-lobo-de-laura-devetach.html
http://www.tematika.com/libros/humanidades--2/educacion--3/en_general--1/oficio_de_palabrera--13205.htm

Ilustraciones:
Sebastián Barreiro. (Tinta Fresca 2013)
http://sebastianbarreiro.blogspot.com.ar/2013/04/una-caperucita-crecidita.html
Sebastián Barreiro, (Clásicos bilingues 2011)
http://sebastianbarreiro.blogspot.com.ar/2011/03/caperucita-roja.html
Mar Ferrero, ("Lo que no vió Caperucita Roja". EDELVIVES)
http://marferrero.com/?p=152



A este cuento
lo encontré en el aire
de la calle y
lo puse en esta
hoja de papel.


Laura Devetach



Era una casita verde, con ventanas verdes y verde chimenea.

La casita estaba en medio del bosque verde de un país verde, en un planeta verde.




Y justamente allí, el hombrecito verde leía su libro verde.

Se hamacaba en el sillón con un verde balanceo y le burbujeaban los ojos verdes, de verdes ganas de saber el final de la historia que contaba su libro verde.




Estaba verde de contento porque se había asegurado que nadie, nadie vendría a interrumpir su momento verde.




Solo se oía el ruido verde del fuego que ponía dulces las ventanas verdes de la casa.




El tiempo pasaba, verde, verde, verdemente.

De pronto sonaron a la puerta tres golpes verdes.

—¿Quién es? —preguntó con verde asombro el hombrecito—. ¿Quién llama hoy a mi puerta verde?

Respondió un silencio verde.

El hombrecito cerró su libro verde, caminó sobre su alfombra verde, y con verde intriga abrió de un golpe la puerta verde de su casa verde.




Ante él estaba el hombrecito rojo que parpadeó rojamente confuso.




Con sonrisa roja y rojos pasitos para atrás dijo:

—Disculpe, señor, creo que me equivoqué de “cuento”.




FIN


El hombrecito verde
Laura Devetach
Roberto Cubillas (Ilustrador)
Colección: Libros del Monigote
Formato:110 mm x 180 mm
Encuadernación: Rústica Cosida
Páginas:32
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición:1997




Había una vez una casita verde con ventanas verdes. La casita estaba en medio del bosque verde de un país verde. Entonces…
¿Entonces qué?

Esta historia es para ser mirada, contada, escuchada, leída, seguida con el dedo, repetida, guardada como un osito de trapo, y sacada cada vez que haga falta.

(Contratapa del libro)




Roberto Cubillas (Ilustrador)



Visto y leído en:

EDICIONES COLIHUE
http://www.colihue.com.ar/

Sistema Universitario de Lectura Universo de Letras - Cuentería, Escuela Latinoamericana de Cuentacuentos
https://universodeletras.unam.mx/app/uploads/2020/07/Clase-2-Bibliograf%C3%83%C2%ADa-Cuentos.pdf

http://edaicvarela.blogspot.com.ar/2012/11/laura-devetach.html




Una vez me contaron

Una vez me contaron que alguien contó que el hombrecito verde de la casa verde del país verde estaba leyendo un libro verde.
De pronto, toc-toc-toc, sonaron verdes golpes a la puerta verde.
El hombrecito verde abrió y se encontró con el hombrecito rojo, que se puso más rojo y dijo:
—¡Perdone! Pa… parece que me equivoqué de cuento.
Y el hombrecito verde se quedó verdemente solo.
Y yo le escribí esta historia.

El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un pájaro.

Era un pájaro verde de verde vuelo. Vivía en una jaula verde y picoteaba verdes verdes semillas.
El hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba verde música en su flauta y abría la puerta verde de la jaula para que su pájaro saliera cuando tuviera ganas.

El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde, verde, verdemente.


Un día en medio de un verde vuelo, vio unos racimos que le hicieron esponjar las verdes plumas.

El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran alegría color naranja.

Y voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su canto fue de otro color.

Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo esperaba con verde sonrisa.

–¡Hola, pájaro! –le dijo.

Y lo miró revolotear sobre el sillón verde, la verde pava y el libro verde.

Pero en cada vuelo verde y en cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas, pequeños puntos blancos y violetas.

El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en su sillón verde, en sus cortinas y en su cafetera.

–¡Oh, no! –dijo verdemente alarmado.

Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco verde mar.

–¡Oh, no! –dijo, y con verde apuro buscó pintura verde y pintó el pico, pintó las patas, pintó las plumas.


Verde verdemente pintó a su pájaro.

Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto. Y cuando el pájaro voló, no pudo pintar su vuelo. Todo era verdemente inútil.

Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel verde y la verde pintura. Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el cuerpo. Una especie de cosquilla azul.

Y se puso a tocar la flauta verde mirando a lo lejos. Y de la flauta salió una música verdeazulrosa que hizo revolotear celestemente al pájaro.



FIN


El hombrecito verde y su pájaro
Laura Devetach
Myriam Holgado (Ilustrador)
Colección: Pajarito Empilchado
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición:1987

Reseña:
El hombrecito verde de la casa verde del país verde tiene un pájaro verde que poco a poco empieza a traer el rumor de otros colores. Y va cambiando el entorno y la vida misma del hombrecito verde con la invasión de amarillos, rojos y violetas; hasta que finalmente se desprende del todo de sus verdes costumbres. No queda verde. Y un día fatal se descubre su ausencia...

El hombrecito verde y su pájaro, de Laura Devetach, fue publicado inicialmente en 1987 por Colihue, colección “Pajaritos empilchados”; y republicado nuevamente por la misma editorial en 1989, colección “Libros del malabarista”. La editorial Alfaguara realiza una reciente publicación en el año 2012.

Fuente: GCABA-MINISTERIO DE EDUCACION-SUBSECRETARÍA DE EQUIDAD EDUCATIVA GERENCIA OPERATIVA DE INCLUSIÓN EDUCATIVA - Proyecto MAESTRO + MAESTRO



Visto y leído en:

Laura Devetach. © Ediciones Colihue.
https://www.colihue.com.ar/fichaLibro?bookId=468

Biblioteca Popular “José A. Guisasola” - Maratón de Derechos, “Te cuento tu Derecho"
https://biblioelperdido.blogspot.com/2017/01/maraton-de-derechos-te-cuento-tu-derecho.html

Portal Educar - Cuento con vos: Un libro de cuentos sobre tus derechos
Catorce cuentos en los que a sus personajes les pasan cosas reales: sufren cuando se sienten rechazados, disfrutan de los juegos y el amor, buscan protección y respeto. Como a vos, como a todos y a todas.

https://www.educ.ar/recursos/153326/derechos-de-ni%C3%B1os,-ni%C3%B1as-y-adolescentes-estudiantes
http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005291.pdf

loqueleo - proyecto de literatura infantil y juvenil de Santillana
https://www.loqueleo.com/ar/libro/el-hombrecito-verde-y-su-pajaro

1º CONCURSO QUIÉN APAGA LAS ESTRELLAS (Published on Oct 29, 2015)
Plan Nacional de Lectura Ministerio de Educación
https://issuu.com/planlectura/docs/00_compilado_concurso_quien_apaga_l_4a6ce487a57560

Gustavo Roldán - Biblioteca Nacional de Maestros
1° Concurso Nacional ¿Quién apaga las estrellas? (PDF)
http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL006192.pdf





El chiquilín abre la boca y vuela un bostezo. Y otro. Y otro más. Todos pájaros.

El chiquilín es barquero. Cruzó el río llevando gente varias veces aquel día.
Sus hermanos pequeños duermen todos juntos en la cama de al lado. El perro los cobija y pareciera sonreír.

El chiquilín no puede dejar de pensar en el enigma del barquero que le planteó un turista aquella mañana, haciendo dibujos sobre la arena.

El problema era así:

hay un barquero que debe cruzar en su canoa una oveja, un repollo y un lobo. Por el tamaño de la canoa sólo puede cruzar uno por vez;
si cruza al lobo, la oveja se queda con el repollo y se lo puede comer;
si cruza el repollo, el lobo se queda solo con la oveja y se la puede comer;
y lo mismo del otro lado. No deben quedar solos la oveja con el repollo, ni el lobo con la oveja. ¿Qué hacer?

* * *

Estira los brazos y los animales que tiene adentro trotan y salen por las manos, por los pies, corcovean sin hacer ruido. El bosque se despliega árbol por árbol. Es noche de cuarto lleno.

El chiquilín se zambulle en el río de la cama. Navega como una hoja. Algún pez salta ágil desde su pelo. También las ranas. Por ahí cerca, muy cerca, tic tac, se oye al cocodrilo que vio en la televisión del puerto y que quería comerse al capitán Garfio. Por suerte en el agua se balancea un zapato.

El chiquilín se embarca y navega en el zapato. Por suerte hay un buen par de remos. De pronto pega un respingo porque desde la orilla de este lado de la cama lo llama la señorita Sonia, la de primero, esa que usaba minifalda debajo del guardapolvo, olía a chicle y hacía que él se muriera de ahogo cuando le revolvía el pelo con un solo dedo.

Un suspiro hondo, hondo, y el chiquilín suelta un lobo. Debe ser uno de esos lobos de la canción del abuelo. Esos lobos que aúllan de hambre en Moscú, que está cubierto de nieve. No cantes, hermano, no cantes, tararea el abuelo, afuera, arreglando anzuelos.

Es mejor mandar al lobo por otro camino para que no ataque a la señorita Sonia, tan hermosa, con su color praliné.

De pronto, en medio de los tréboles, aparece un canasto reventando de manzanas perfumadas, gordas, como espejos rojizos. Son las manzanas de la madrastra de Blancanieves. Una está envenenada, vaya a saber cuál.

La señorita Sonia hace un gesto de atrapar dos o tres. También está muerta de hambre.

El lobo se relame y aúlla estirando el hocico hacia la señorita Sonia. Es pura boca, puro estómago. La señorita Sonia inclina el cuerpo y estira las manos hacia el canasto de manzanas. Está lista para el mordiscón con gusto a fruta a orillas del río. El cocodrilo, tic tac, tic tac, merodeando a todos.

No avanzan los unos sobre los otros sólo porque el chiquilín está despierto.
Sabe bien que no podrá dormir hasta que logre llevar a cada cual al otro lado del río, donde hay una canción a la que le falta un lobo, un cuento al que le falta un canasto de manzanas con una manzana envenenada y una escuela que no tiene a su señorita Sonia.

El chiquilín no va a permitir que el lobo se coma a la señorita. Y aunque él quisiera convidarle a ella algunas manzanas, no lo haría porque hay una manzana envenenada.

El cocodrilo es otra cosa. Ése siempre está metido en el río de su cama y a veces se hace el inocente. Él ya sabe que no es bueno descuidarse.

El chiquilín los cruzará en zapato, para eso es el barquero. Pero durante las noches de cuarto lleno nunca faltan problemas. Tendrá que llevarlos de a uno por viaje.

Y ahí está el cocodrilo, tic tac, tic tac.

El chiquilín ni pestañea en la noche. La cabeza le funciona velozmente. Si lleva primero al lobo, la señorita se puede hacer un buen picnic con las manzanas.

Si lleva primero las manzanas, el lobo se puede hacer el picnic con la señorita Sonia.

Mejor la lleva primero a ella y la deja del otro lado. Al lobo no le gustan las manzanas.

La señorita Sonia y el barquero navegan en el zapato. El cocodrilo los escolta, tic tac, mordisqueando un cordón del bote, hasta que el chiquitín le pega con el remo haciendo ruido de coco golpeado. El cocodrilo se zambulle.

El barquero deja a la señorita Sonia del otro lado del río.

Ella saluda con la mano al barquero, que regresa. Toc, se oye. Otro remazo al cocodrilo, que se había prendido al talón del bote.

Ahora el chiquilín embarca al lobo, que lleva las orejas mustias y la cola entre las patas porque el agua no lo convence. Toc, toc, dos remazos al cocodrilo que cada vez se vuelve más confianzudo.

El lobo se pone como de fiesta al ir llegando. Ahora sí que la suerte le sonríe. Por fin solos. La señorita Sonia se encoge de miedo. Pero el barquero, con rapidez, la embarca nuevamente por un lado del bote mientras por el otro desembarca al lobo que allí queda, otra vez como perejil sin agua.

El bote regresa con el chiquilín y la muchacha. Toc al cocodrilo, toc, toc.

La señorita Sonia desembarca y corre directo hacia el canasto de manzanas. Pero el chiquilín pega un salto, gambetea y carga el canasto sobre la capellada del bote. Y se va, sonriendo y haciendo señas de que ya regresa.

La señorita Sonia se sienta sobre el pasto y la minifalda se le arruga.

El cocodrilo cabecea peligrosamente debajo del bote. El barquero no puede pegarle con ruido a coco. Entonces se desplaza y hace peso en distintos lugares para mantener el equilibrio. Los barquinazos son terribles.

Ya en la orilla, deja el canasto. El lobo mira con indiferencia. Está más interesado en estirar el cuello hacia la otra orilla, tratando de ver a la señorita
Sonia.

El barquero regresa otra vez. Navega alerta porque el cocodrilo además de morder y cabecear, ahora pega unos tremendos coletazos. Con remo y contrapesos, el barquero se defiende.

Cuando llega, toma aire. La señorita Sonia le pasa el dedo por el pelo, admirada. Él la embarca sin perder tiempo y cruza esquivando al cocodrilo que está completamente loco, es un remolino, los envuelve en olas y tormentas. Él logra aturdirlo con un rápido y certero remazo mientras la señorita Sonia le pega con el taco del zapato, que se pierde en el agua. Pero llegan.

El lobo quiere acercarse, la señorita Sonia se tira hacia las manzanas, pero no. El barquero tiene que enviar a cada cual a su lugar. Y lo hace.

Un sendero del bosque se chupa al lobo, que no puede resistirse.

Por otro desaparecen las manzanas. Pero antes, el chiquilín roba una. Las mira bien, elige la más hermosa, seguramente la que está envenenada, y se la guarda sin que nadie lo vea.

La señorita Sonia toma el tercer sendero, que seguro va a una ciudad.
Saluda, agitando la mano.

Al barquero sólo le queda el regreso.

Rema y el cocodrilo ya no tiene reparos. Muerde, cabecea, coletea y acerca tanto las fauces abiertas al barquero que éste, como un relámpago, le tira la manzana. Rueda por el tobogán de la garganta y glup, el cocodrilo se la traga como una píldora.

El barquero no respira, el agua no se mueve, los pájaros se detienen. De pronto, un hipo y el cocodrilo queda desinflado como un guante.

El barquero vuelve a respirar y salta hacia la orilla. Suspira, el aire le entra hasta los pies.

Se da vuelta, se acurruca. El agua suena lejana, pequeños chasquidos, pececitos, lo arrullan. El lobo aúlla nuevamente en la canción del abuelo, a la señorita Sonia le faltará un zapato, y ahora hay un cuento sin manzana envenenada.

El chiquilín duerme. Quién sabe con qué podrá llenar mañana el cuarto mientras le llega el sueño; quién sabe con qué enigmas se va a encontrar.



FIN

✩ * • . ¸ ¸✩¨ ` * • . ¸ ✩

El enigma del barquero, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2000, Colección Pan
Flauta. Serie verde: Sentimientos. Ilustración de María Rojas. A partir de 11 años.



Contenido: -El enigma del banquero -- La trampa de las ovejas -- Chipas -- El brujo de los tubitos -- Leyendas de las margaritas -- cuento en la arena.

Carta final de la autora:
“Ninguno de estos cuentos es del todo real, pero tampoco del todo mentira. Aún hoy pongo a funcionar los berrinches de infancia cuando me harto de tanta adultez. Entonces escucho a los niños que me habitan, a los gurises y muchachitas que me ayudaron a jugar con barro, a escondernos, a escaparnos para ver pasar los trenes. A los que supieron orientarme en un monte siguiendo las señales que la humedad deja en los árboles. Escucho a los que saben elegir la leña que arde mejor, a los pibes que trabajan, a los niños del mundo que están a la intemperie y así aprenden a vivir. Para nombrarlos uso las palabras a la que ellos responden: muchachita, chiquilines, gurises, pibes, y todos esos nombres nos acercan. Hablo de ellos en mi lengua litoraleña, cordobesa, y vaya a saber qué otras, en la lengua que me sale a esta altura de la vida. Creo que esta lengua mía hace que el mundo se vuelva menos ajeno.

Laura Devetach”

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Reseña de Roberto Sotelo, en Revista Imaginaria.

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Visto y leído en Scribd
http://es.scribd.com/doc/54812981/El-Enigma-Del-Barquero-Laura-Devetach



Había una vez una ratita gris que vivía con sus papás en una cueva tan tibia, tan tibia y tan cerrada, que un día tuvo ganas de salir. Y salió.

Y se quedó un rato encantada en la puerta de la cueva, porque el mundo le pareció más lindo que un jardín de quesitos. Despacio, se puso a explorar, a oler, a mordisquear, a hacer tumbacabezas, a conocer.

Y Ratita sintió que no hay nada más lindo que descubrir el mundo pasito a paso.

Bailó con una hoja. Patinó sobre un papel de chocolatín. Fumó un cigarrillo de pasto. Se puso anteojos de papel de caramelo. Tomó mate en una flor de campanilla color lila. Se adornó con aros de arroz.

Y le dieron unas ganas bárbaras de ponerse de novia.

Cuando vio al sol del amanecer, tan redondo, tan naranja con luz, le dijo:

—Señor Sol, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

—¡Cómo no! —dijo el sol, porque la ratita le pareció preciosa—, te cubriré con mis hilos de oro y todo el mundo será sol para los dos.

-¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. El mundo es más que eso. ¿Qué haría yo en un mundo todo de sol? Bastante tuve ya con un mundo todo de cueva.

—¡Qué lástima! -dijo el sol. Te presentaré al nubarrón, que a veces me tapa, y no es tan de sol como yo. A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias -dijo Ratita.

Y se sentó a esperar hamacándose en una violeta.

Llegó el nubarrón, vestido de gris.

A Ratita le gustó muchísimo porque a veces tenía forma de helados, a veces de calesita y a veces de dibujo que no se entiende.

—Señor Nubarrón —dijo Ratita— usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

—¡Cómo no! —dijo el nubarrón, porque la ratita le pareció preciosa. Te envolveré en mi capa fluflú y todo el mundo será nube para los dos.

-¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de nube?

— ¡Qué lástima! —dijo el nubarrón. Te presentaré al viento que a veces me empuja por el cielo.
A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias —dijo Ratita.

Y se sentó a esperar recostada en un maní.

Llegó el viento soplando flautas. A Ratita le gustó muchísimo porque se movía bailando a la moda.

—Señor Viento —le dijo—, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

—¡Cómo no! -dijo el viento, porque la ratita le pareció preciosa—. Te haré cosquillas en el pelo, y todo el mundo será viento para los dos.

—¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de viento?

—¡Qué lástima! —dijo el viento. ¿Por qué no vas a buscar al muro, que a veces me detiene en mi vuelo? A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias —dijo Ratita, y se fue hasta el muro.

El muro sonrió quieto, quieto, derecho, derecho.
Estaba hermoso.

A Ratita le gustó porque tenía un monigote dibujado, justo a la altura de un chico.

—Señor Muro —dijo, usted me gusta. ¿Quiere ser mi novio?

—Cómo no! —dijo el muro, porque la ratita le pareció preciosa. Te esconderé en un huequito de mis ladrillos y todo el mundo será muro para los dos.

—¡Ah, no! -dijo Ratita. Así no vale. El mundo es más que eso. ¿Qué haría yo en un mundo todo de muro?

—¡Qué lástima! —dijo el muro. Y siguió quieto. Quieto, derecho, derecho.

—Me parece que así no voy a encontrar novio —pensó Ratita.
Lo que pasa es que ni el sol, ni el nubarrón, ni el viento, ni el muro, tienen una colita como la mía, ni un corazón que hace tipi tepe. Yo me equivoqué.

Y pensando así caminó y caminó por el sendero de las margaritas. De repente llegó a un lugar donde había muchísimos ratones color café que la saludaron amablemente diciendo:

—Cómo-te-va.

Ratita paseó contenta por el barrio hasta que vio a Ratón-Ratón.
Estaba fabricando muebles con fósforos y tapitas de botellas.
A la ratita le gustó muchísimo cómo silbaba y llevaba el compás con la cola.

—¡Hola! —saludó Ratón-Ratón.

—¡Hola! —saludó Ratita, y se acercó para mirar los trabajos.

Y sintió que al lado de Ratón-Ratón se estaba muy bien.

—Me alegro de verte —dijo Ratón-Ratón, y también sintió que al lado de Ratita se estaba muy bien.

—¿Podríamos ponernos de novios? —preguntaron los dos juntos.

Y los dos juntos contestaron que sí y se dieron un beso con muchísimo cariño. Después siguieron explorando, oliendo, mordisqueando y descubriendo el mundo pasito a paso.

Ratita se hizo una hamaca de plumas. Ratón-Ratón aprendió a saltar de rama en rama como Tarzán. Ratita pintó cuadros con la punta de la cola.

Y los dos juntos aprendieron a contarse cosas. Y los dos juntos aprendieron a ser papás. Tuvieron hijos y les dieron una cueva tibia, pero con una puerta fácil de abrir, para que pudieran salir a conocer el mundo pasito a paso, cuando tuvieran ganas.


FIN





Historia de Ratita
Laura Devetach
Juan Manuel Lima (Ilustrador)
Colección: Libros del Monigote
Editorial: Ediciones Colihue
Año de edición: 1995

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Visto y leído en:
Rincón literario y algo más

http://rinconliterarioyalgomas.blogspot.com.ar/2010/10/historia-de-ratita-de-laura-devetach.html
Vení que te cuento. Antología literaria para el Nivel inicial y EGB
https://issuu.com/bibliotecaaleer/docs/antolog__a_literaria_para_el_nivel_/67
https://www.bama.org.ar/sitio2014/sites/default/files/_archivos/merkaz/Jomer_on_line/ANTOLOGIA%20LITERARIA%20PARA%20EL%20NIVEL%20INICIAL%20Y%20EGB%201.pdf




CON EL LÁPIZ DE LAS PATAS
CON SU PÉTALO
SU MÁSTIL
LAS HORMIGAS HACEN MAPAS.
VIENE EL VIENTO
SE LOS BARRE.
VIENE EL AGUA
SE LOS BORRA.
Chimichurri chimichurri
CANTAN CANTAN
quémeimporta quémeimporta
PATA CON PATA CON PATA
UNA
TRAS
O
TR
A,
DES PA RRA MA DAS
DES PA TA RRA DAS
CAN
TAN
Y CAN
TAN
Y CAN
TAN.



Ilustración: Juan Lima

Del libro-álbum La hormiga que canta, con textos de Laura Devetach e ilustraciones de Juan Lima. Buenos Aires, Ediciones del Eclipse, 2004. Colección Libros-álbum del Eclipse. Revista Imaginaria

Las hormigas cantoras - Libros y Casas
https://librosycasas.cultura.gob.ar/wp-content/uploads/2015/11/AnimalesRimados_LasHormigasCantoras_Dgital.pdf
Incluido en Animales rimados y no tanto
https://librosycasas.cultura.gob.ar/libros/animales-rimados-y-no-tanto-2/

Laura Devetach recibe el título Honoris Causa por la Universidad Nacional de Córdoba



Córdoba, noviembre de 2008


La Rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, Dra. Carolina Scotto y el señor Vicerrector, Dr. Gerardo Fidelio, tienen el agrado de invitar a usted al acto académico en el cual se le entegará el título de Doctor Honoris Causa de esta Casa a la Licenciada María Laura Devetach, quien pronunciará una conferencia "El ojo de la aguja", el día miércoles 19 de noviembre a las 18,30, en el Salón de Grados de esta Universidad, Obispo Trejo 242.

La Licenciada Laura Devetach es ex docente de Letras y del Departamento de Teatro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esta Casa. Su obra literaria es muy valiosa, tanto la destinada a los niños como a los adultos. Ha realizado una continua labor en pro de la difusión de la Literatura Infantil y Juvenil contribuyendo a la "construcción del camino lector" que otorga oportunidades de lectura a niños y jóvenes de varias generaciones. Su obra y su accionar se proyectan en el esfuerzo por generar espacios para la niñez intelectualmente libre en un mundo complejo.



Fue distinguida la escritora de libros infantiles María Laura Devetach reconocida por su empeño en construir una literatura en pos de una infancia, libre, creativa y reflexiva recibió de manos de la rectora la máxima distinción que da la UNC. Durante la ceremonia la escritora pronunció una conferencia titulada El ojo de la aguja en donde rescató las experiencias universitarias que dieron lugar a esta disciplina en las aulas y apeló a continuar por ese camino.

El ojo de la aguja


Siempre empecé mis comunicaciones con un poema o con un cuento. No encontré razones para que en esta oportunidad las cosas sean diferentes, así que invito a compartir un cuento.

El ojo de la aguja

Érase una muchacha que cantaba mientras trataba de enhebrar una aguja.
El hilo pasó por el ojo y del otro lado había un mar y miles de cosas diferentes, desconocidas.
El viento llevó el hilo que fue a enredarse en el pelo de un pescador.
Éste tiró y tiró de él.
Así, tirando, hizo pasar por el ojo de la aguja a la canción que cantaba la muchacha y a la muchacha enredada en la canción.
¿Y entonces, qué sucedió?
Quién sabe. Ese es otro cuento que queda del otro lado del ojo de la aguja.
Quizás la muchacha quiera enhebrarla una y otra vez. Y en el vaivén el hilo pasará nuevamente de un lado al otro. Al ir pasando la muchacha y el hilo quizás se encuentren con un cuento diferente cada vez, que podría comenzar diciendo: “Érase una muchacha que cantaba mientras trataba de enhebrar una aguja…”


Nunca me hubiera imaginado que me tocaría transitar este momento. Ni hubiera pensado que la Universidad Nacional de Córdoba honrara a alguien que, como yo, se dedicó a la Literatura para niños y a la formación de lectores.

Me encuentro ante una ocasión única de agradecimiento y celebración hacia un gesto institucional que trasciende mi persona.
De ese modo una disciplina considerada marginal como la Literatura para niños y jóvenes logra una jerarquía en los claustros y honra a todas las instituciones y profesionales que hace años trabajamos en esto y por esto.

Es una circunstancia de agradecimiento y celebración porque, legitimar estas tareas -que se realizan profesionalmente en muchísimos puntos no muy coordinados de todo el país- es un gesto de apertura indispensable. Tenemos un territorio con gran mayoría de niños y jóvenes pobres e indigentes que podrían encontrar en los libros alimentos para formar sus conciencias y acceder a la esperanza.

Juan Gelman, al recibir el Premio Cervantes de Poesía, recuerda a Hölderling, quien se preguntaba, en tiempos de penurias, “¿Para qué poetas?” Y expresa Gelman: “Qué hubiera dicho hoy (Hölderling) en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre y pobreza.”

Pues —diremos nosotros—, poetas para ver la vida de otra forma, para alimentar conciencias, para acceder a la esperanza.

Es una circunstancia de agradecimiento y celebración porque sé que detrás de la gestión de este título que hoy se me otorga están Instituciones y grupos de personas que, tesoneramente y desde hace años, persiguen los mismos objetivos para con la infancia: nutrir el espacio poético y el imaginario de cada niño, de cada familia, de cada comunidad, por pequeña que sea, a sabiendas de que eso es construir un verdadero capital con apuestas a largo plazo para toda la sociedad.

Este Doctorado nos involucra a todos. Es una ocasión iniciática y que no dudamos puede producir transformaciones. Estamos hablando de un trabajo de hormigas, de muchos granos de arena, en un país en el que sabemos que los libros no llegan generosamente a mano de los lectores. La sociedad, y más aún sus sectores carentes, pueden, desde el deseo incentivado, encontrar en los libros el lugar para el disfrute, el conocimiento y la adquisición de conciencia. Por eso es importante fijar la mirada en niños y jóvenes.

Vengo de un padre extranjero, ebanista, que tallaba la madera.
Mientras tallaba, solía decirme: “¿Ves?, lo lindo es lo que va quedando cuando uno saca”. Y la madera olorosa tomaba formas en sus manos. Noción que más de una vez encontré entre los poetas y sus trabajos con la palabra y se me hizo carne.

Mi padre, a su vez, venía de un padre campesino analfabeto que castigaba a su hijo porque leía libros como “Sin familia” de Héctor Malot, cuando llevaba a pastar a la vaca, la fortuna de la familia. No era fácil permitir que un hijo entrara a la cultura letrada y tomara distancia de su propio estrato social.

Vengo también de una madre que tejía con hilos, cosía y bordaba.
Me enseñó aquello de la paciencia, de las normas para poder crear, de los distintos puntos y de no dejar enredar los hilos. Como las mujeres de clase media del final de los 30, ella leía novelas sentimentales, revistas y cuanto novelón se le cruzara. Mi padre la llevó luego a la lectura de folletines y de clásicos. En nuestra casa la biblioteca estaba en la cocina y el diccionario tenía olor a sopa.

En este momento soy vocera de aquella muchacha que, quizás, atravesando el ojo de la aguja, dejó todo lo conocido y llegó a Córdoba en 1955 para ir a la Facultad de “La calle Ancha” como se le decía a la Avenida General Paz por aquella época. Esta vocera le dicta palabras a la persona que hoy amenaza con desgranar un discurso que no tiene mucho que ver con las academias.

La muchacha que fui viene de los hilos y la madera, de las novelas radiales, del cine que proyectaba los llamados “episodios” en el pueblo, junto a las primeras películas en colores; viene de la Historia Sagrada y el catecismo, de fuertes relatos orales de inmigrantes y lugareños y de historias de otros países añorados y leyendas o mitos del Litoral; de la música, el carnaval, el circo, de los dichos de los pescadores, de los juegos en la arena, de la pintura conocida a través de revistas de los años 40, de las hablas propias del Litoral y de los extranjeros, de los aborígenes, de los chicos, del habla de Córdoba.

Vengo de los cuentos de hadas, de Mark Twain, Pinocho, las Mil y una noches, Alicia, Carlos Dickens, el príncipe Valiente ilustrado por Harold Foster, La Divina Comedia, ilustrada por Doré, Horacio Quiroga, y la constelación de textos mezclados que me proporcionaron la Biblioteca Popular y la Escolar de la Escuela Normal de mi pueblo.

Vengo de esta Casa en la que obtuve conocimientos, sistematicé y también transgredí. En la que me sentí orientada, desorientada y a la vez contenida por las figuras de profesores como Adolfo Prieto, Luis Prieto y Noé Jitrik entre otros. Y fui alimentada por las generosas bibliotecas de mis compañeros Luis Mario Schneider, Alfredo Paiva, Toto Schmucker, Chicha Palacios, Raúl Dorra.

Fui ayudada muchas veces por bibliotecarias de la Facultad de Letras que aún recuerdo.

Vengo de resistir a través de la palabra, de los desconciertos religiosos, políticos y sociales, de la diáspora. De la dictadura militar que cerró vidas e Instituciones, que prohibió libros. Entre ellos, “La torre de cubos”, mi primer libro para niños “por exceso de imaginación” entre otros argumentos utilizados.

Vengo de la compañía de muchos profesionales de todas las artes, de colegas y alumnos y de la presencia fuerte y creativa de Gustavo Roldán, compañero de vida y profesión. Y también de nuestros hijos que andan por esas rutas.

Y en los momentos aciagos fui defendida por mosqueteros, poetas, canciones de cuna. Ítalo Calvino, Ray Bradbury, Katherine Mansfield, Walt Whitman, Juan L. Ortiz, Antonio Machado y tantos otros me susurraron sus palabras y el Cantar de los Cantares me hizo saber del amor a través de Fray Luis de León.

Desde este lugar de agradecimiento, aquella muchacha me dice que la palabra es un gran capital para el ser humano. La palabra que sale de un reservorio profundo, personal, privadísimo. De nuestro espacio poético que va creciendo alimentado por la vida toda, por otras palabras, por nuestros pensamientos, emociones y nuestros lazos con los demás. La infancia de cada persona es un lugar inagotable de misterio, de juego y de drama. Allí es donde se modela la vida.

Voy a retomar una urdimbre de textos que fueron, entre otros, el piso de mis vivencias infantiles y también el de miles de personas como yo. Urdimbre que se convirtió en trabajo hace unos años, que me expresó ampliamente y que ayudó a expresarse a quienes estaban a mi alrededor. Invito a quienes me escuchan a dejarse llevar por el hilo para pasar del otro lado del ojo de la aguja.


Había una vez el va y el ven, el va y ven, el vaivén, de un arrorró mi niño, arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón. Duerme, duerme negrito, que tu mama está en el campo, trabajando, duramente trabajando. Ay que viene el coco a comerse a los niños que duermen poco. Noni noni noni, mm, mm, mm, scht, scht, scht…

Un día el arrorró mi niño hizo tortita de manteca, para mamá que le da la teta, tortita de cebada, para papá que no le da nada.Y entonces, éste cazó un pajarito, éste lo desplumó y este pícaro se lo comió.

Y siempre el tilín tilín, el chas, el broom, el guau, el pío, el cocó, el tolón, el ¿QUÉ?...

Eto, eto, ¡cá tá! Y entonces vino un gato que tenía calzón de trapo y la cabeza al revés, ¿Querés que te lo cuente otra vez? No me digas sí porque los zapatitos me aprietan, las medias me dan calor, y aquel mocito de enfrente me tiene loca de amor. No me digas no porque a Juancito de Juan Moreyra hay que darle la escupidera, que anoche comió una pera y le vino una cursiadera. Todo porque Cenicienta quería ir al baile del príncipe y la madrastra no la dejaba.

Mientras tanto, Blancanieves vivía en el bosque con sus siete enanos.

Y siempre, el chunga chunga, el crak, el ring, el blablablá.

Y diostesalveMaría... ElfrutodetuvientreJesús. (¿Qué es tesalve? ¿Quées tuvientreJesús?).

Y entonces, un día, ALA, A-LA, A-L-A, A-LA, ALA.

Alas para la gallina turuleca que sentada en el verde limón, con el pico cortaba la rama, con la rama cortaba la flor. Pero cuando los cinco patitos se fueron a bañar, escucharon: febo asoma, sordos ruidos oír se dejan tras los muros del histórico convento (¿Qué ruidos hacen los sordos detrás de los muros?) Bum burumbum, pam papám.

Bum burumbúm, pam papám, viene la murga. Yo por vos me rompo todo, y te vengo a saludar, y a decirte que el gobierno, de hambre nos va a matar. Bum burumbúm, pam papám. Mamá eu quero, mamá eu quero mamá.

—¿Qué gusto tiene la sal? —preguntó Hansel a Gretel con la boca llena de casita de chocolate.

—¡Salado! —contestó Pinocho mientras se tiraba al mar desde la boca de la ballena, llevándose a Gepetto al hombro.

La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?, los suspiros se escapan de su boca de fresa.

—Este año, sin regalos, no va a parecernos que estamos en Navidad —dijo Jo con disgusto.

—A mí no me parece justo que algunas tengan tantas cosas bonitas mientras que otras no tienen nada —añadió Amy.

—Tenemos a mamá, a papá y nos tenemos las unas a las otras —dijo Beth.

—¡Esta familia es una cooperativa! —comentó Mafalda, mientras Susanita declaraba que las casas tienen que ser como la del hornero, que tiene sala y tiene alcoba, y aunque en ella no hay escoba, limpia está con todo esmero.

Pero: Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Todo de angaú nomás. Por eso Malena tiene pena de bandoneón: todos los viernes el amado se le convierte en lobizón. Se no é vero, é ben trovatto.

Y así fue como la luna vino a la fragua con su polizón de nardos. Los flamencos bailaban y bailaban con sus medias coloradas, blancas y negras. Y despertaron a Alicia que venía del país de las maravillas, y allí estaba Batman, esperándola.

—Bésame —cantó—. Bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez. Se callaron las luces, se encendieron los grillos, y una música los abrazó. Era Lisa Simpson en un solo de saxo.

Y colorín colorado, seguramente este cuento no se ha terminado.



Ahora hemos pasado hacia el otro lado del ojo de la aguja, y estamos unidos por los hilos de tantos textos guardados y que pugnan por salir. Hago una nueva invitación desde este clima compartido a formularnos algunas preguntas: ¿hay lugar en nuestras vidas para todo esto? ¿Les hacemos lugar en nuestras profesiones de personas que trabajamos con las palabras? ¿Tienen lugar en la currícula institucional de la Universidad la Literatura para niños y la formación del lector y el escritor, de forma permanente? Cito a María Saleme que se preguntaba: “¿Por qué cuando insistimos en la búsqueda de un saber cierto olvidamos de incorporar saberes que no encajan en los moldes académicos clásicos? ¿Será porque fueron silenciados o porque no se someten a las reglas del buen orden del orden que exime de saber lo que se sabe?”

Recordé tantas cosas. Por ejemplo, la prudente distancia que tomaban mis pares cuando yo me ocupaba de escribir cuentos para chicos. ¿Porqué “para chicos” pudiendo continuar con la escritura “para grandes”? O la condescendencia: Bueno, hacélo, pero conste que estás dejando de lado mejores destinos.

Reconozcamos que siempre la literatura para niños tuvo mala prensa, quizás con sobradas razones: la restringida noción de infancia, la permanente actitud pedagógica, la escolarización que recorta todo arte para que pueda entrar a la escuela. Y esa fue la parte del mundo que uno, sin darse cuenta, se propuso cambiar, creyendo que hacía otras cosas. Era el reconocimiento de la existencia del otro lado del ojo de la aguja y sus posibilidades.

Desde las palabras de infancia, se podían decir otras cosas a los niños y alimentar así sus propios espacios poéticos, despertarles el deseo.

Pero un buen día también se dio a mi alrededor la generosidad y el contagio, la curiosidad de quienes se asomaron a esa escritura que tenía -para ellos- un poco de tonto y quizás mucho de inquietante, de revulsivo. Y se fueron quedando prendidos. Mis cuentos para chicos terminaron incorporados a las largas discusiones de aquellas épocas que en definitiva fueron eficaces y luminosos talleres entre amigos. Eso me ayudó. Y tuvo que ver con un espacio no convencional dentro de la Universidad. Por los márgenes. Pero sea por donde sea, cuando se abordan en serio estos temas, no se puede negar la fascinación que ejercen, la fuerza fundante que tienen.

En resumen: elegí algunas ideas como mi cuota de granos de arena que puede ser aportada en función de la ampliación del espacio que la literatura Infantil se merece. Quiero aclarar que hablo desde el deseo, quizás desde la utopía, desde la escritora que reflexiona sobre su práctica. Recordar hoy a los Seminarios Taller de Literatura Infantil y Juvenil que se realizaron del 69 al 71 en Extensión Universitaria de la Universidad de Córdoba, significa para mí y para muchos de los que participamos en ese ámbito, el reconocimiento de uno de los puntos de partida que marcaron nuestras actividades y profesiones. Y creo que mucha gente joven está recibiendo hoy algo de aquellos beneficios.

Los saberes sobre Literatura para chicos encontraron en los Seminarios el espacio y el aliento para crecer en el marco de Córdoba, de una Córdoba muy especial caracterizada por tener un medio rico y activo y también voces que, desde la cultura en general, otras disciplinas creativas, o el estudio, abonaron el terreno para fuertes cambios.

En ese medio surge como posible la idea del Seminario, desde Malicha Leguizamón y otras personas, que venían preocupadas por el tema. Mediante la Secretaría de Extensión Universitaria y los buenos oficios de Lucía Robledo, maga de organizaciones culturales, se concretaron estos eficaces ámbitos de intercambio y debate que rindieron sus frutos para todo el país. Permiso, lugar, consenso para abordar una disciplina que hasta el día de hoy no tuvo entrada a las Universidades por la puerta grande. Sí, en seminarios optativos, congresos, encuentros, posgrados, complementos para otras carreras. Pero no su cátedra, su foro autónomo y permanente.

Los logros se apoyaron en gestiones de personas, no en la legitimación curricular de alguna carrera.

Recuerdo la experiencia del Taller total de Teatro que realizamos en la Escuela de Artes en 1974. No creo que sea casual este monto de experiencias que hoy acude a mi memoria y abre la puerta a puntos de vista muy interesantes sobre el tema del arte, el artista y la creatividad. Allí, además de centrar el eje en el estudio, se trabajó con los mecanismos creativos y la metodología de taller, donde se trataba de tener en cuenta el desarrollo de los estudiantes como artistas y como constructores de sus conocimientos.

Si vamos a hablar de un posible espacio dentro la universidad para la Literatura infantil, a mí me interesaría incluir de manera importante el espacio para la formación del escritor, de un escritor que tiene una relación muy particular y muy directa con su público.

Me parece fundamental el espacio del artista en el ámbito de la literatura (y en todas las artes), que vaya más allá de ser el lugar en el que se adquieren las técnicas. Quizás me hayan reafirmado en esta convicción los años de trabajo en taller, propiciando el desarrollo de las disponibilidades de las personas para que pudieran modular su palabra más auténtica. Quizás mis experiencias con la gente del interior del país. Quizás también la lucha permanente con los prejuicios y miedos en relación a la escritura para los chicos. El constante machacar sobre la necesidad de la formación de un gusto amplio, conectado con las otras artes, de un gusto que no se quedara en el gineceo, ni en una voz escolar, ni en la mirada pedagógica -tanto liberadora como conductista-, pero siempre unívoca.

Esto incluiría –dentro del espacio imaginario y utópico de la literatura infantil en la Universidad con el que muchos soñamos- el trabajo sobre el conocimiento del género y sus aledaños, la búsqueda de una noción de infancia, el desarrollo de la actitud crítica y la investigación como tradicionalmente la Universidad lo plantea, los espacios para la creatividad y la escritura. Y además, seguramente, la interdisciplina.

Pero voy a hacer hincapié en abrir un ámbito para quienes se interesan por la escritura y la lectura. Para el artista que explora y muestra permanentemente, busca con culpa porque siempre piensa -sobre todo si escribe para chicos- que está transgrediendo algún canon. El artista puede mostrar cosas que a otros les daría miedo expresar. Como creadores tenemos que insertarnos en una tradición, en una red y a la vez, ayudar a seguir construyendo esa red.

Eso genera un conflicto con respecto a la búsqueda de lo nuevo. El artista generalmente busca para sorprenderse. Luis Felipe Noé, gran plástico, tiene en su libro La antiestética una línea de pensamiento que me ayudó mucho a incorporar como objeto de trabajo la angustia que provoca el caos creativo propio y ajeno. A través de su lectura pude comprender que cuando empezamos a crear mundos imaginarios, nada es tan prolijo. Entramos en un estado de caos que produce desasosiego o por lo menos nos hace sentir cosas oscuras. Entonces es bueno lograr ese espacio para que el artista realmente busque, explore, experimente con sus culpas y transgresiones, pero salga victorioso. El artista es el que agranda las fronteras, el que hace que dentro del lenguaje las palabras amplíen sus significados, y en el caso de la literatura para los chicos se amplíe también la noción que tenemos de nosotros mismos y de los demás.

Me alienta a pensar en esa posibilidad la presencia de instituciones y profesionales que comparten el deseo de optimizar el diálogo que se da desde el libro, con niños y jóvenes. Así lo demuestran con sus trabajos permanentes, Asociaciones de Literatura Infantil y Juvenil, de Promoción de la Lectura, de Narradores de cuentos, de ilustradores, bibliotecarios, revistas, editores y libreros que se juegan por los libros para niños.

Tanto los que estamos interesados en la Literatura infantil fuera de la Universidad, como quienes están dentro, somos fuerzas caminando y creo que cada una de estas fuerzas tiene que dar un paso hacia la otra.

María Saleme se hacía esta pregunta en su libro Decires: "¿Qué esperamos de este siglo tan apelado?" Y contesta: "Claridad sobre las intenciones de aquellos que saben de todo y pueden más que todos pues nos asiste una evidencia: el punto crucial de la salud del ser humano es conservar la conciencia de que se pertenece, que se sabe quién es".

Quizás ahora pueda resumir mi comunicación en tres deseos, como en los cuentos:

Primero: Que haya un lugar curricular en la Universidad para los que escriben, estudian y difunden literatura para los niños. Este hecho significaría una gran apertura: incorpora a los niños, rompe el círculo, implica otros públicos y otros sistemas de relación en espacios en los que la necesidad de comunicación está presente de una manera distinta. Cuando llega un chico a casa el mundo completa su sentido.

Segundo: Que la Universidad forme lectores que disfruten y se apasionen aún leyendo lo que no les gusta, que se piense sobre los libros sin perder la capacidad de sorprenderse y disfrutarlos.

Tercero: Que la Universidad cree avales y legitimaciones para los libros infantiles, diferentes de los que crea el mercado e intervenga en las políticas de encuentro entre los niños y la literatura.

Todo esto para que no perdamos el estado de alerta ni la capacidad de ver lo obvio. Para que podamos desarrollar estrategias frente a tanta avalancha de degradaciones en nuestra sociedad. Y concretamente en Literatura, para diferenciar Barbis, Disneys y cuentos escritos por “famosos” de la farándula. Para que podamos discernir y encontrar el justo lugar de nuestro objeto. Y para no perder de vista que la gran mayoría de nuestros chicos ni siquiera tienen acceso a la literatura que se escribe para ellos. Por todo esto sería un alivio poder mirar frecuentemente, cada cual desde su tarea, hacia el otro lado del ojo de la aguja.



Laura Devetach

19 de noviembre del 2008


Fuente: http://portal.educ.ar/debates/protagonistas/honoris-causa-ojo-aguja3.pdf

@CuatrogatosLIJ. El ojo de la aguja. Laura Devetach
https://www.cuatrogatos.org/docs/articulos/articulos_158.pdf

La Tinta Invisible - Literatura infantil, una mirada. Premio Nacional del Libro Venezuela 2014
https://latintainvisible.wordpress.com/2016/05/12/biografia-lectora/





Bartolo sembró un día un cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol y, cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.

Pronto la planta comenzó a dar cuadernos. Eran hermosísimos, como esos que les gustan a los chicos. Tenían tapas de colores y muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer sumas, restas y dibujitos.

Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:

—¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!


Pobrecitos los chicos del pueblo. Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribieran mucho y los fueran terminando, rezongaban y les decían:

—¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!

Y los chicos no sabían qué hacer.

Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:

—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga! ¡Vengan a ver mi planta de cuadernos!


Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita de Bartolo, y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo.

Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro, y ellos escribían y dibujaban con muchísimo gusto.

Pero una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos.

El vendedor de cuadernos se enojó como no sé qué.

Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa, de Bartolo. Golpeó la puerta con las manos llenas de anillos: ¡Toco toc! ¡Toco toc!

—Bartolo —le dijo con falsa sonrisa atabacada—, vengo a comprarte tu planta de cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.

—No —dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.

—¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.

—No.

—Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.

—No.

—Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.

—No.

—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?


—Nada. No la vendo.

—¿Por qué sos así conmigo?

—Porque los cuadernos no son para vender, sino para que los chicos trabajen tranquilos.

—Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.

—No.

—Pues entonces —rugió con su gran boca negra de horno—, ¡te quitaré la planta de cuadernos!

Y se fue echando humo como una vieja locomotora.

Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.

—¡Sáquenle la planta de cuadernos! —ordenó.

Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pájaros y los conejitos.

Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche”, mientras los pájaros y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.


Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al vendedor con sus calzoncillos colorados, aullando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.

—¡Buen negocio en otra parte! —gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.


FIN

Laura Devetach


Cuento del libro La torre de cubos (Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1985, colección Libros del Malabarista).
Ilustración original de Víctor Viano para la primera edición de La torre de cubos


Fuentes consultadas: IMAGINARIA y DECIMOS LEE




Ilustraciones: Monica Pironio / Ivana Calamita
El libro de lectura del Bicentenario - Nivel Primario
Ministerio de Educación de la Nación. Plan Nacional de Lectura 2010

http://planlectura.educ.ar/wp-content/uploads/2015/12/El-libro-de-lectura-del-Bicentenario-Primaria-1.pdf

https://www.abuelas.org.ar/archivos/archivoGaleria/la_planta_de_bartolo.pdf

Autobiografía» Laura Devetach


Seguramente, mientras yo nacía un 5 de octubre de 1936, mi mamá trabajaba atendiendo el notorio arribo y a la vez pensaba si mi abuela podría darse vuelta sola en la casa con tanto trajín. Seguramente lloraba al verme así, toda recién nacida y tan gritona y pensaba en mi nombre, mientras también pensaba en el almuerzo de mi papá.

Mientras escribo esto y tomo un mate con peperina y espero que vengan a retirar un paquete de una editorial y en el horno se dora una calabaza cortada en rodajas, a la manera de mi abuela, quiero compartir los mientras. Porque para mucha gente son una forma de vida, sobre todo si se es mujer, se trabaja con chicos y a una se le da por ser artista.

Mi vida tuvo, entre otras, dos facetas bien marcadas: la de laburante y la de artista. Muchos creen que quien anda escribiendo, pintando o cantando, muy laburante no es, porque el de artista no es trabajo. A veces se dio la buena y una pudo hacer un poco de televisión, teatro y libros. Otras veces, las más, fue el momento de los mientras, Mientras soy docente, cuido de la familia, hago notas periodísticas o talleres, puedo también ser artista.

Me recibí de maestra con guardapolvos de tablas impecables y buenas notas. En 1956 fui a trabajar a un pueblo del norte de Santa Fe. Tenía un segundo grado con 56 alumnos que oscilaban entre los siete y los diecisiete años. Daba clases, según el día, en la sala de música, en ritmo de Febo asoma, o en una iglesia vieja que se había convertido en palomar. Y las palomas eran comilonas. Y nosotros estábamos abajo.

En esa época escribía lo que me saliera en papelitos sueltos o en un cuaderno de tapas duras que después se me perdió. Los papelitos jamás se pierden. Estudiaba Letras en Córdoba, así que viajaba casi veinticuatro horas para rendir. Eso no le gustaba nada al director.

Mis alumnos trabajaban casi todos en la cosecha del algodón y de la caña. Y nosotros teníamos la obligación de darles deberes. Un día reté a un gordito de rulos por no cumplir. Yo los perseguía, porque una maestra de verdad tenía que ser severa, qué tanto. Pero el gordito me dijo: ¡Qué deberes! Yo trabajo en el campo. A la escuela hay que venir a descansar.

Entonces inauguré los cuentos. Pero no podía usar la biblioteca porque el dire decía que los libros se gastaban. Llevé mis libritos de infancia, muchos, queridos, ajados. También les pedí a los chicos que contaran los cuentos que sabían. Y ese contar fue glorioso porque salieron el lobizón, el zorro, el Pombero, ánimas, asesinatos varios, adulterios en la familia, canciones de Italia, refranes, oraciones.

Nuestro pizarrón era la tierra del patio o la arena. Aprendí mucho. El guardapolvo planchado se me fue derritiendo con el viento norte y algunas lágrimas. A los chicos les dejé mis libros de infancia.

Me fui a Córdoba a terminar los estudios. Allí vinieron amigos, amores, hijos, profesión. Movidas y ricas épocas de final de los 50, 60 y 70 durante los que la vida de artista se encontró a veces con la del trabajo, y dar clases en la universidad significó para mí poder montar una obra de teatro.

Pero el panorama político venía complicado. En los 70 actuaban las Tres A y ya había personas muertas y desaparecidas. En 1976 llegó el golpe militar con más desapariciones de personas, quemas y prohibiciones de libros y manifestaciones artísticas, gente que se exiliaba. Con mi familia nos trasladamos a Buenos Aires.

Cada lugar en que viví me dio lo mejor que tenía, se metió en mis libros sin permiso. También están las marcas de la historia en todos los que escribimos durante esas épocas, aunque no se hayan mencionado siquiera las palabras proceso militar. Quizás alguien debiera investigarlo alguna vez.

Hoy trabajo desde cada lugar para que todos podamos leer más cuentos, novelas y poemas, es decir ficción y poesía, porque estoy convencida de que esta práctica agiliza otras formas de conocer y de pensar. En la ficción y en la poesía hay, además de ideas, nociones, sensaciones, emociones, que pueden llevarnos a leer y sentir la realidad de otra manera. A veces, a ver lo que no vemos y sin embargo está ahí.


Laura Devetach


Visto y leído en:
Revista IMAGINARIA

"Argentina crece leyendo"


“Por una biblioteca popular más inclusiva, solidaria y comprometida con la sociedad”
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